Infarto agudo de miocardio

¿Qué es el infarto y cómo se reconoce?

El infarto agudo de miocardio es una entidad englobada en el grupo de síndromes coronarios agudos. Todos ellos se caracterizan por la aparición brusca de un cuadro de sufrimiento isquémico (falta de riego) a una parte del músculo del corazón producido por la obstrucción aguda de una de las arterias coronarias que lo alimentan.

El infarto se reconoce por la aparición brusca de los síntomas característicos: dolor en la zona precordial (donde la corbata), sensación de malestar general, mareo y náuseas. Una vez el paciente acude al Hospital, se diagnostica con certeza practicando un electrocardiograma, en el que se demuestran alteraciones evolutivas típicas, y analizando la elevación de los niveles en sangre de lo que se denominan las enzimas cardíacas (CK y troponina). No obstante, hay algunos pacientes (sobre todo ancianos y diabéticos) en los que los síntomas son más sutiles: fatiga, mareo, malestar...

¿Cómo sé si voy a tener un infarto?

Buena parte de los infartos de miocardio aparecen en personas que tienen los denominados factores de riesgo. Estos son, aparte de una cierta predisposición familiar y de la edad, el tabaquismo, la hipertensión arterial, la diabetes y las alteraciones de las grasas en sangre (colesterol).

Hay que advertir que aproximadamente la mitad de los infartos aparecen sin síntomas previos, o sea, que el infarto es la primera manifestación de la cardiopatía isquémica. Otras veces, en cambio, unos meses antes de tener el infarto el paciente presenta molestias precordiales, sensación de malestar, cansancio, mayor irritabilidad, etc, o incluso en ocasiones molestias de estómago, que hacen confundir los síntomas de infarto con los procedentes de otros órganos.

¿Qué tengo que hacer si tengo o creo padecer un infarto agudo de miocardio?

Toda persona que presente un dolor precordial acompañado de malestar general, debe acudir lo más rápidamente posible a un Servicio de Urgencias. Lo más adecuado es avisar al Servicio de Atención Urgente Domiciliaria que corresponda (Telefono 112). No importa que muchas de las personas que acudan con síntomas sospechosos al Servicio de Urgencias finalmente no padezcan infarto agudo de miocardio sino otra patología más banal. Es preferible esto a que una persona que realmente sí lo padezca acuda tarde al Servicio de Urgencias o no llegue. La razón es que el riesgo principal del infarto agudo de miocardio está en la fase extrahospitalaria (es decir, antes de ingresar al hospital): la mortalidad en esta fase supera el 40%. Una vez ingresado en el hospital, si se hace con la debida antelación (antes de las cuatro horas idealmente), los tratamientos modernos (angioplastia, trombolisis) permiten una recuperación satisfactoria del infarto y las complicaciones son relativamente poco frecuentes.

¿Es verdad que el paciente que ha tenido un infarto agudo de miocardio queda ya limitado para toda su vida?

En modo alguno. La mayoría de los pacientes que padecen un infarto agudo de miocardio se recuperan con rapidez y lo suficiente como para poder desempeñar una vida prácticamente normal. Los pocos que no lo consiguen también pueden ser sometidos a procedimientos de revascularización percutánea o ser intervenidos, con lo que se consiguen recuperaciones muy aceptables. La única diferencia entre el paciente que ha presentado un infarto respecto del que no lo ha tenido es que se debe ser mucho más estricto en lo relativo al abandono del tabaco, la práctica de ejercicio físico regular, la alimentación adecuada (incluyendo restricción de grasas de origen animal y mantenimiento del peso correcto) y el control de las cifras de tensión, del colesterol y de azúcar en sangre.

¿Hay que tomar medicinas de por vida después del infarto?

Si, usualmente. Aunque la recuperación del infarto sea satisfactoria, la persona que lo padeció debe prevenir la aparición de otras complicaciones cardiovasculares (otro infarto, accidente cerebral, aneurismas, etc), a las que es ligeramente más propenso que otras personas sin infarto por razón de sus factores de riesgo particulares.

Por ello, se intensifican las medidas preventivas no farmacológicas (ver pregunta anterior) y se administran fármacos que han demostrado importantes efectos preventivos: acido acetilsalicílico a dosis bajas (con su consiguiente protector de estómago), estatinas (para bajar el colesterol), betabloqueantes (para regular el corazón), a veces inhibidor angiotensínicos (para proteger las arterias en diabetes o hipertensión).